Este es el poema número 55 del Kalittokai, la más reciente de las cinco antologías de poesía amorosa compuestas entre los siglos I a. C. y III d. C. por los tamiles.
Amiga con espléndidos adornos de oro
sobre cabellos oscuros como nubes de lluvia
hendidas por rayos fulgurantes,
peinados en cinco trenzas
y entretejidos de flores olorosas;
dulce sonrisa, dientes rutilantes,
dulces palabras, labios rojos, bella frente;
voy a contarte algo, escucha:
«¡Detente!», dijo él, y me detuvo;
se me acercó, observó mi frente,
mi rostro, brazos, ojos,
mis pasos y mis palabras,
y buscando comparaciones, dijo:
«¡Asombroso! Mengua sin ser la media luna,
inmaculado sin ser la luna llena,
como el bambú sin ser de la montaña,
como lotos sin estar en un estanque,
caminar pausado sin ser pavo real,
hablar lento sin ser un loro».
Siguió halagándome de muchas formas
y miró si me había doblegado,
como un cazador que acecha a su presa;
lanzó miradas inquietas,
se inclinó ante mí y me tocó.
Como un elefante furioso
que no obedece a la estaca,
se inclinó ante mí y me tocó.
No es tonto, amiga mía.
¿Qué lío es ese de los cabellos, los adornos de oro, las nubes y los rayos? ¿Qué sentido tienen las palabras aparentemente inconexas del seductor? En este poema del Kalittokai, una mujer cuenta a su amiga el encuentro que ha tenido con un hombre. Como recordaréis quienes seguís esta página, la antigua poesía amatoria tamil se divide en cinco géneros, dedicado cada uno a un «estado» de la relación amorosa. Nuestro poema pertenece al género kurinci, que nos habla de la unión clandestina de los amantes antes del matrimonio. Pero, aun con esta información, es posible que tras una primera lectura el texto resulte desconcertante. Vamos a tratar de explicarlo.
En primer lugar, la mujer solicita la atención de su amiga aludiendo largamente a su belleza. Los primeros versos son especialmente difíciles; hay divergencias notables entre las traducciones que he podido consultar. A mi entender, lo que se nos está diciendo es que la amiga de la protagonista lleva el cabello peinado en cinco partes, y que estas partes están separadas por adornos (¿cadenillas?) de oro. Todo ello se compara con nubes oscuras (el cabello) hendidas por rayos (los adornos de oro). La imagen, aunque alambicada, es hermosa. A continuación, todo se vuelve más sencillo: la amiga tiene dulce sonrisa, dientes rutilantes, etc. Y, por fin, tras esta larga acumulación de lisonjas, la mujer dice que quiere contarle algo. Un poco retorcido, podríamos pensar, pero, como hemos visto otras veces, la antigua poesía tamil abunda en oraciones extensas y complejas, llenas de incisos y digresiones. Estamos ante una lírica altamente sofisticada.
Comienza después la narración del encuentro. Queda claro desde el principio que el galán no se anda por las ramas: «»¡Detente!», dijo él, y me detuvo». La observa entonces detenidamente, «buscando comparaciones», y lanza una serie de extraños piropos. A poco que nos fijemos, nos daremos cuenta de que estas comparaciones se refieren a cada una de las partes del cuerpo de la muchacha que el hombre ha contemplado unos segundos antes. Primero observa la frente, y la primera comparación es: «mengua sin ser la media luna». Pero, ¿qué significa esto? ¿La frente de la muchacha mengua, se hace más pequeña? No he encontrado explicación en ninguna de las cuatro ediciones del texto que he consultado. Se me ocurre que, quizá, la mujer ha enarcado las cejas, sorprendida ante la actitud del hombre, y eso da la sensación de que su frente se ha hecho más pequeña.
Vienen entonces el rostro, «inmaculado sin ser la luna llena»; los brazos, «como el bambú sin ser de la montaña»; los ojos, «como lotos sin estar en un estanque»; los pasos, «caminar pausado sin ser pavo real» y las palabras, «hablar lento sin ser un loro». Para este último halago tampoco tengo explicación. ¿Hablan lentamente los loros? Tal vez se refiera a que la joven, confusa, se expresa de forma entrecortada. En cualquier caso, el contraste cultural no podría ser mayor: a nadie se le ocurriría hoy, en Occidente, piropear a una mujer comparándola con un loro.
En la última estrofa se subraya la actitud arrojada del seductor, que busca debilidades en la muchacha «como un cazador que acecha a su presa». Se inclina ante ella y osa tocarla. La comparación con «un elefante furioso que no obedece a la estaca» no deja lugar a dudas en cuanto a su fogosidad. Que no parece molestar en exceso a la joven, si nos atenemos a sus últimas palabras: «No es tonto, amiga mía».
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ERÓTICA: SU CUERPO DESNUDO COMO UNA ESPADA DESENVAINADA
BIBLIOGRAFÍA
Podéis leer otros poemas de amor arcaicos en mi libro Los poemas de amor más antiguos del mundo. Son interesantes, además, las siguientes obras:
HIKOSAKA, S. y SAMUEL G. J. (eds.), Tamil Poetry through the Ages (vol. 1), Chennai, Institue of Assian Studies, 1997.
MARR, J. R., The Eight Anthologies: A Study in Early Tamil Literature, Tiruvanmiyur, Madras, Institute of Asian Studies, 1985.
MURUGAN, V., Kalittokai in English, Chennai, Institute of Asian Studies, 1999.
RAMANUJAN, A. K., Poems of Love and War, Nueva York, Columbia University Press, 2011.
VAIDEHI, Sangam Poems Translated by Videhi [en línea].
Complacida con esta presentacion