Este poema fue compuesto por Íbico —nacido en Regio, al sur de Italia— en el siglo VI a. C. Si los antiguos poetas griegos prestaron especial atención al amor como fuerza destructiva —enfermedad, guerra, fuego—, Íbico lo hizo en forma destacada, como vamos a ver.
En primavera los membrillos,
regados por las aguas de los ríos,
en el jardín inmaculado de las Vírgenes,
y las flores crecientes bajo la sombra de los pámpanos
se llenan de vigor. Pero el amor a mí
en ninguna estación me da reposo.
Como el tracio Bóreas,
inflamado por el rayo,
enviado de Afrodita,
entre delirios abrasadores,
oscuro e impasible, por la fuerza,
arranca de raíz mi corazón.
El texto comienza con una alusión a la primavera, tiempo propicio al amor en todas las tradiciones líricas antiguas, desde China hasta Egipto. Se mencionan elementos típicamente vinculados a ella: flores, frutos, ríos, un jardín. Agua y universo vegetal, conectados con el amor a través de la idea de fertilidad: la primavera trae la vida, hace que fructifique la tierra; el amor trae la vida, hace que fructifique la mujer. Las Vírgenes del tercer verso parecen ser las Hespérides, ninfas encargadas de custodiar el jardín donde crecían las manzanas de oro. Todo es vida exuberante en las cinco primeras líneas del poema.
Pero la atmósfera paradisíaca se rompe pronto: el amor no da reposo a Íbico en ninguna estación del año; ni siquiera en invierno, cuando sopla el Bóreas, viento del Norte. Lo envía Afrodita, la diosa del amor; abrasa, enloquece, arranca las entrañas del poeta. Aquí veo una cierta ruptura con la tradición, que me parece la clave del texto. El tema del amor en primavera es, como hemos dicho, tópico. Pues bien, Íbico da un giro y asocia el amor al invierno; se aparta de las flores y los ríos y la atmósfera idílica y nos habla de un poder oscuro y destructor. La ruptura es doble: nos está diciendo que el amor no solo le somete, como a todo el mundo, en primavera, sino siempre, y que no se trata de un sentimiento plácido y vivificante, sino destructivo. Lo desvincula de la fertilidad y lo asocia a la devastación.
Si te ha gustado este poema griego de amor, te gustarán:
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CUADERNO DE VIAJES: PALMIRA (SIRIA)
ERÓTICA: POEMA EGIPCIO DE AMOR
BIBLIOGRAFÍA
Podéis leer este y otros poemas de amor arcaicos en mi libro Los poemas de amor más antiguos del mundo. Son interesantes, además, las siguientes obras:
ESLAVA GALÁN, J., Amor y sexo en la antigua Grecia, Madrid, Planeta, 1997.
LUQUE, A., Los dados de Eros: Antología de poesía erótica griega, Madrid, Hiperión, 2000.
RODRÍGUEZ ADRADOS, F., Lírica griega arcaica (Poemas corales y monódicos, 700-300 a. C.), Madrid, Gredos, 1980.
—Sociedad, amor y poesía en la Grecia antigua, Madrid, Alianza, 1995.
¡Me encanta! Este poeta antiguo me enganchó.
Es potente, ¿verdad? Lástima que conservemos tan poco de él… ¡Abrazos!
a mi tambien me gusto
Me gustan las traducciones
¡Muchas gracias!
Maravilloso poema; el ritmo con el que rompe la primera enunciación es soberbio y el final arrasador.
Estoy de acuerdo. Es una pasada.
Hermosa poesía donde este Ser no puede consumar su amor, por que las vírgenes vigilan el jardín y no puede accader a la manzana de oro… Un amor que todas las estaciones no encuentra reposo a su amor…bellisimo
La ruptura del ritmo entre enunciado y otro… Simplemente genial.
Hermoso, muchas gracias, en un texto sencillo se dice tanto.
muchas grackas