La lucha por determinar cuáles son las mejores novelas del siglo XX en español es larga y enconada. Siempre falta o sobra alguna, siempre se les ve el plumero a los seleccionadores. Inevitablemente, porque esto no es como medir los edificios más altos del mundo. ¿Por qué otra lista, entonces, si ya hay muchas y nadie se pone de acuerdo sobre cuál es la buena? Porque no me propongo sentar cátedra, sino ofrecer las novelas que más me han deslumbrado a mí. Y no porque mi gusto tenga nada de especial; intento, como siempre, transmitir mi entusiasmo por la literatura. Como es obvio, no he leído todas las novelas del siglo XX en español (harían falta varias vidas), pero sí unos cuantos centenares, que incluyen, claro, las más encomiadas por la crítica.
Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox no es una de las novelas más conocidas de Pío Baroja, pero resultan divertidísimos y entrañables esos personajes disparatados que pululan por el ambiente bohemio de Madrid. Silvestre Paradox, taxidermista y medio filósofo, acompañado de su amigo Avelino Diz de la Iglesia y rodeado de animales disecados a los que considera su familia, vivirá situaciones absurdas, a veces tragicómicas, tratando de hacerse un hueco en el medio hostil que le envuelve y acorrala.
Andaba a pasitos cortos, taconeando fuerte, se levantaba sobre la punta de los pies cuando decía algo importante, y para rematar sus frases se dejaba caer sobre los talones, como indicando así que este movimiento dependía más que del peso de su cuerpo, del peso de su argumentación.
Pío Baroja, Aventuras inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox
Ramón María del Valle-Inclán es uno de los escritores españoles más fascinantes del pasado siglo, y sus Sonatas (cuatro novelitas cortas) una obra capital de nuestra literatura. Narran en primera persona las andanzas amorosas del Marqués de Bradomín, «feo, católico y sentimental», y encierran pasajes tan felices como los siguientes:
Sobre arena caliente se paseaban los lagartos con caduca y temblona beatitud de faquires centenarios, y el sol caía implacable requemando la tierra estéril que parecía sufrir el castigo de algún oscuro crimen geológico.
Un rizo de mi prima Isabel me rozaba los labios, suave y tentador. Creo que lo besé. Yo soy un santo que ama siempre que está triste.
La tos del fraile, el rosmar de la vieja, el soliloquio del reloj, me parecía que guardaban un ritmo quimérico y grotesco, aprendido en el clavicordio de alguna bruja melómana.
Ramón María del Valle-Inclán, Sonatas
En A.M.D.G. (ad mariorem Dei gloriam, lema de la Compañía de Jesús), Ramón Pérez de Ayala arremete contra los jesuitas, en cuyos colegios estudió. La novela, que algunos entendieron como un desahogo furibundo e injustificado contra los religiosos y el cristianismo, armó un buen revuelo, y fue defendida o rechazada calurosamente por unos y por otros, con frecuencia desde puntos de vista extraliterarios. Al margen de esto, es un relato poderoso y vívido que atesora líneas memorables.
Te constituyo heredera de mi corazón y de todos sus tesoros para la eternidad. Te prometo que no te faltará ayuda, como a mí no me falte poder. Serás siempre la preferida; juguete y holocausto de mi corazón.
Ramón Pérez de Ayala, A.M.D.G.
Niebla, de Miguel de Unamuno, es una novela (o nivola) cargada de filosofía, de esas que hacen pensar sin aburrir, muy estimulante. El protagonista, que lleva una vida apacible, comienza de pronto a cuestionarse sus certezas hasta llegar a los mismos cimientos de la realidad. Famosísimo es el coloquio que mantiene con el propio autor del libro, que no destriparé.
Y esta es mi vida, ¿es novela, es nivola o qué es? Todo esto que me pasa y que les pasa a los que me rodean, ¿es realidad o es ficción? ¿No es acaso todo esto un sueño de Dios o de quien sea, que se desvanecerá en cuanto Él despierte, y por eso le rezamos y elevamos a Él cánticos e himnos, para adormecerle, para cunar su sueño? ¿No es acaso la liturgia toda de todas las religiones un modo de brezar el sueño de Dios y que no despierte y deje de soñarnos?
Miguel de Unanumo, Niebla
Personalmente, me interesa mucho la literatura humorística. Sobreabundan los relatos melancólicos y afligidos, y el regodeo en el dolor se me antoja menos meritorio que arrancar al lector sinceras carcajadas. Por eso no puedo dejar de mencionar Amor se escribe sin hache, de Jardiel Poncela, una obra divertidísima, disparatada e hilarante como pocas, cuyo humor surrealista recuerda en ocasiones al de Groucho Marx.
Luego amé a otra mujer, excepcional por su belleza deslumbrante, su inteligencia vivaz y su finura de espíritu. Me hizo tan feliz, que también estuve a punto de casarme. Por fortuna, me acordé a tiempo de que ella estaba ya casada, y mi boda no pudo arreglarse, con lo cual todo quedó arreglado.
Enrique Jardiel Poncela, Amor se escribe sin hache
La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, es una magnífica novela fantástica. El Fugitivo, oculto en una isla desierta, recoge en su diario la sorprendente llegada de un grupo de turistas. Los observa primero y, finalmente, se presenta ante ellos, pero ninguno parece reparar en su presencia. El porqué se descubre al final, que es, a mi juicio, fabuloso. El prólogo de esta obra corrió a cargo de Borges, a quien no le parecía
una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta.
Jorge Luis Borges, prólogo a La invención de Morel
Apenas inaugurada la década de los cincuenta, Rafel Sánchez Ferlosio sorprendió con Industrias y andanzas de Alfanhuí, a medio camino entre la novela picaresca y el realismo mágico. Narra el viaje del joven Alfanhuí desde Alcalá de Henares hasta la casa de su abuela en Palencia. Cuento de hadas, retrato de la España rural, compendio filosófico, estamos ante una novela de difícil clasificación, a todas luces fascinante.
Alfanhuí tiene los ojos amarillos como el alcaraván. Era, de chico, amigo de los lagartos, pero también del gallo de una veleta que le enseñó muchas cosas sobre los colores. Después estudió con un taxidermista que tenía una criada que un día se puso verde y se murió.
Rafael Sánchez Ferlosio, Industrias y andanzas de Alfanhuí
Las mocedades de Ulises, de Álvaro Cunqueiro, me deslumbró como muy pocas novelas me han deslumbrado. El autor lleva a cabo una mezcla asombrosa: el pasado y el presente, el universo de la mitología griega y el de su Galicia natal. Si me lo hubieran dicho antes de empezar a leer, habría creído firmemente que el intento estaba abocado al fracaso. Nada más lejos: el mundo urdido por Cunqueiro a partir de estos mimbres es tan subyugante, tan vivo, tan de carne y hueso, que la obra me parece un milagro. También por el estilo, por el lenguaje lejano y palpitante, de una belleza sobrecogedora.
Tenía la voz redonda y noble como un anillo de oro.
Los héroes apoyando la frente en los vientos para más presurosamente conducir las naves a puerto.
Cuando los amores de la vida se parecen a los del teatro […] yo me alegro y me siento en primera fila.
Álvaro Cunqueiro, Las mocedades de Ulises
Para no extenderme en exceso, por hoy lo dejamos aquí. Pronto publicaré la segunda y última parte de este recorrido por las mejores novelas del siglo XX en español. Si quieres que te avise cuando lo haga, puedes dejar tu correo electrónico más abajo, donde dice «Forma parte de esto».
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GRACIAS EDUARDO
INTERESANTE RELACION
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¡Muchas gracias! Me alegra que te haya interesado. Saludos.
Eduardo muchas gracias por todo lo que ha mandado, es un gran trabajo y para los que podemos disfrutar de la literatura es un gran honor poder hacerlo de una mano tan generosa como la suya, son todas novelas muy especiales y sagaces, un abrazo.
¡De nada, es un placer compartir estas cosas!
Don Eduardo, me alegro mucho que este de vuelta mucha falta nos hacia.
Le agradezco sus tan valiosas recomendaciones, que obras tan interesantes para tenerlas muy en cuenta.
Reciba un fuerte abrazo de admiracion y gracias por su retorno.
Me agrada mucho que te sirva. Un abrazo.
Muchas gracias por las sugerencias!
De nada, es un placer.
Me encantan tus publicaciones y siempre me llevan por lugares increibles…
¡Gracias!
Muchas gracias, Eduardo, desde Argentina. Muy agradable el recorrido por tu lista, de la que conozco y aprecio desde hace mucho a Niebla, de Miguel de Unamuno, y tengo ganas de asomarme a varias de las otras gracias a tu mirada.